Depredador y presa by Rob Sanders

Depredador y presa by Rob Sanders

autor:Rob Sanders [Sanders, Rob]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T00:00:00+00:00


DOCE

SISTEMA ASPIRIA — PUNTO MANDEVILLE

El vacío, normalmente frío e impasible, estaba dominado por la catástrofe. Rocas planetarias descomunales perforaban la oscuridad chocando unas con otras. Cada nuevo impacto desataba una tormenta de regolitos que inundaba de muerte el espacio que había entre los fragmentos ciclópeos de planetoides despedazados. Era el Sistema Aspiria, aunque Aspiria ya no existía.

La pequeña flota cruzada del mariscal Bohemond se había desplazado a Aspiria desde la región de Vulpius tras recibir una llamada de socorro astrotelepática. Los Black Templars de Vulpius habían sido desplegados en los Mundos Boscosos como parte de una purga contra los noulia. Los Adeptus Astartes habían sido designados como la fuerza de choque necesaria para someter a los xenos, por lo que su misión era servir de apoyo a la flotilla de navíos imperiales dirigida por el comodoro DePrasse, cuyos bombardeos orbitales no habían conseguido erradicar a los noulia de la superficie de aquellas lunas tupidas y pantanosas.

Aspiria había sido un mundo minero imperial que dominaba todo el sistema. Ahora, en su lugar, estaba la repulsiva luna de ataque de la que advertía el mensaje astrotelepático. La abominación planetaria estaba cubierta de armas gigantescas y rodeada por un escudo de energía que no paraba de crepitar y parpadear, desapareciendo por momentos para volver de nuevo con un destello cegador. Una parte del asteroide se había esfumado, quizá como resultado de una colisión planetaria o de la explosión de alguna de sus armas. En su lugar había un amasijo de estructuras de metal que dejaba ver el interior repulsivo de la luna: plataformas de despegue, sistemas de anclaje para la flota de cruceros de los pielesverdes y naves de ataque revestidas con fragmentos de metal desvencijado. Tras reducir a escombros el mundo minero de Aspiria con su imponente armamento gravitatorio, la luna de ataque había arrojado lanzaderas y cápsulas de desembarco sobre los demás mundos del sistema como una araña que vomita a su progenie repugnante. Lo que los bombardeos planetarios no habían conseguido destruir pronto fue aniquilado por las hordas de pielesverdes. Cuando la fuerza combinada de los Black Templars y la Armada Imperial consiguió llegar hasta allí, no quedaba nada más que el enemigo.

El mariscal Bohemond se aferró con fuerza a los brazos del púlpito. A pesar de las sacudidas que se sentían por toda la superestructura de la nave, no era el miedo ni la inseguridad lo que había motivado aquel movimiento. Era la rabia. Era el odio. Conforme la barcaza de batalla Aborrecimiento se escoraba tanto como su proa despuntada y su enorme eslora le permitían, un fragmento descomunal del desaparecido mundo de Aspiria estuvo a punto de golpear el casco. El castellano Clermont, comandante de la barcaza, era quien había ordenado efectuar la maniobra evasiva. Siempre dispuesto a hostigar a la escoria xenos, Clermont bramó a los tripulantes del puente para que orientaran la Aborrecimiento hacia la vanguardia de naves de asalto. Por un instante, Bohemond se deleitó ante la estrategia del castellano, imaginando la sorpresa de los xenos al ver que la nave que intentaban abordar se abalanzaba sobre ellos.



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