Crimen en el Edén by Leslie Ford

Crimen en el Edén by Leslie Ford

autor:Leslie Ford [Ford, Leslie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1964-11-15T00:00:00+00:00


CAPITULO XIII

En el momento de atravesar el jardín se dio cuenta de que el coche de ella no estaba. No estaba en las cercanías, y el garaje se hallaba vacío.

Metió el coche en el garaje, cerró el contacto y permaneció de pie, escuchando el desolado silencio que le envolvía. Entró en la casa y escuchó de nuevo. El silencio era tan intenso, que podía oír gotear el agua en la cocina. Aún no se había acercado el gato para frotarse contra él y runrunear con afecto. Salió nuevamente y miró a su alrededor. Vio entonces al perro sentado al final del blanco puentecito que atravesaba el pantano, al principio de la ensenada. Esto significaba que los niños no estaban en Edén. A Miss Fairlie no le gustaban los perros. No había nadie a la vista, excepto la domesticada corneja de John Edén, posada sobre unos cedros. Sólo entonces vio la rugosa y encorvada figura del primo de David, el viejo Currier trabajando en el extremo de su huerto.

Atravesó el campo. El viejo se enderezó y se echó el sombrero hacia atrás, descubriendo un sector de su grisácea cabeza.

—Buenos días, señor O’Leary.

—Buenos días, Currier. Supongo que los niños están fuera.

—Cierto. La señora O’Leary les preparó comida para que la llevaran consigo al campo, antes de que ella y el artista salieran para Baltimore.

—Bien, gracias.

Mientras volvía a la vacía casa pensó con resentimiento que su estómago estaba también vacío. Entonces se dio cuenta de que no se había molestado en comunicar al viejo Currier la muerte de Ashton. Se quedó un momento en pie en el vestíbulo, haciendo una mueca sardónica. ¿Cuánto tiempo hacía que se había tranquilizado la pequeña Lucy, al saber que la urgente llegada del sheriff se debía a la muerte de Stan? No más de media hora. Algo funcionaba mal. ¿Cuál era la diferencia entre él y Lucy si exceptuamos que él era suficientemente viejo para conocerla mejor? Salió de nuevo y quedó contemplando el puentecillo en donde el perro aguardaba el regreso de los niños. Spig nunca se había sentido tan completamente derrotado. Experimentaba una extraña sensación; como si mascase un bocado de viejas y amargas cenizas. Tenía un desagradable trabajo que hacer.

Al ser Anita la propietaria del terreno, toda la moderación que había ensayado antes para hablar con Stan, sería tan inútil, a no dudar, como lo hubiera sido en vida de su cuñado. El plan que Stan había tramado, era una amenaza; pero en manos de Anita podía convertirse en algo peor. O’Leary no podía culpar a nadie, y lo mejor sería no demorar por más tiempo la necesidad que sentía de ir a hablar con Miss Fairlie. Le diría que la había frustrado, que había frustrado al viejo juez, a todo el mundo. El orgullo de los O’Leary por su inmensa buena suerte les había hecho dar como regalo diez acres a los Ashton, probablemente ofendiendo a uno de los dioses menores. Y ése era el resultado. Esto era lo que hacía más amargas las cenizas.



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