Costa by Chema de Aquino

Costa by Chema de Aquino

autor:Chema de Aquino [Chema de Aquino]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2021-09-03T22:00:00+00:00


18

Costa está paralizado. Adriana le quita el móvil y se tapa la boca con la mano al ver la foto.

—¿Quién es, por Dios? —dice ella.

—Es Reyes. Es… Es… Es la hija de Beltrán.

—¿Beltrán es tu amigo?

—Sí.

—¿Qué puto loco puede hacer eso?

—No lo sé. Pero lo voy a encontrar y lo voy a matar. Va a querer que lo mate.

Aunque la foto está tomada a oscuras, Costa puede ver lo que ha capturado. Reyes está desnuda, atada a una silla de plástico y con restos de sangre por todo el cuerpo. Mira a cámara con sus enormes ojos negros, lo que le intranquiliza mucho. Sabe que en un secuestro es mala señal que la víctima pueda ver el escondite o la cara del autor. Si eso ocurre, el secuestrador se suele convertir también en asesino.

Con las manos atadas a la espalda, el pecho de la joven sobresale de su cuerpo hacia delante. Las piernas, abiertas y atadas a cada pata de la silla, hacen que muestre su vello púbico. Al verla así, trata de no pensar en lo que ha podido hacer el secuestrador con ella. Porque normalmente lo hacen. Siempre lo hacen. Las dejan marcadas de por vida, aunque sus vidas tengan más pasado que futuro porque ellos mismos se lo vayan a arrebatar.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunta Adriana.

—¿Puedes rastrear algo del email ? ¿Una dirección, una zona?

—Déjame ver.

Mientras ella vuelve a la habitación con el móvil, él medita si llamar a Sofía o no. Tanto en una decisión como en otra no hay nada positivo. Al final gana el no. Al menos de momento. Todo lo que pueda retrasar darle la noticia será tiempo para actuar ajeno al inspector Ribagorda. Sofía no confía en la policía, pero no tanto como para ocultar el secuestro de su hija.

Costa espera de nuevo en el salón, tentado de entrar en el «laboratorio» de Adriana, tal y como ella misma llama a una habitación llena de ordenadores y pantallas en las que no aparece nada parecido a Windows, tan sólo letras, números y símbolos en blanco sobre un fondo negro. Pantallas que le recordarían a Matrix si hubiera visto la película.

Antes de llenarse otro vaso, repasa de memoria los emails que ha leído. Hay algo, una idea que empieza a aparecer en su mente como si emergiera de entre un montón de basura, pero aún no es capaz de rescatarla. Dos cables en su cerebro intentan hacer una conexión, aunque de momento sólo saltan chispas. Adriana aparece de nuevo en el salón y los cables al fin se unen. La idea llega clara a la mente de Ángel Costa.

—No he podido encontrar nada —dice Adriana mientras le devuelve el móvil—. Quien los haya enviado lo ha capado todo en origen.

—Otra cosa sería demasiado fácil. Tengo que irme —dice mientras da la espalda a Adriana y encara el pasillo.

—¿A dónde?

—No muy lejos de aquí. Creo que sé por qué lo chantajeaba y necesito comprobarlo.

—Eh —lo llama ella mientras señala el móvil—, he metido mi número en la agenda.



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