Carrusel by Berta Dávila
autor:Berta Dávila [Dávila, Berta]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-02-01T00:00:00+00:00
Antes de la cita médica, el dÃa del diagnóstico, compro una libreta azul y un bolÃgrafo en una papelerÃa que está de camino al hospital. Escribo en ella que hubo un tiempo en el que medÃa el peso de mi cuerpo en miligramos, y que los jardines de los hospitales esconden algo que no se ve y de lo que nadie habla. Escribo también que he contado las baldosas de aquel lugar una por una, semana tras semana, en cada visita, y siempre eran treinta y seis. Y que lo hago porque estoy viviendo en un tiempo en el que necesito poseer para mà alguna certeza, permanecer abrigada un segundo, aunque sea solo en las matemáticas, para saber quién soy yo en cada dÃa de invierno. Sobre todo en los dÃas en los que no puedo hacer literatura, que son los dÃas en los que más escribo.
Hay un pasillo largo y ventanas blancas divididas en cuadrados que proyectan sombras leves sobre el enlosado del suelo. A ambos lados del pasillo se distribuyen las consultas de los médicos. La de mi psiquiatra está al fondo. Es el primer doctor que visito de una lista más larga de lo que me gustarÃa reconocer. Siempre pospone mucho la hora de la consulta y eso resulta desastroso para mà entonces. Me provoca una ansiedad innecesaria. No sé aún qué es lo que me ocurre y desconfÃo del médico que me atiende. Dudo que sea capaz de dar con un diagnóstico, pero el caso es que acaba por hacerlo y cuando le pone nombre a lo que me pasa asume una suficiencia desconcertante, como si el nombre que le damos a las cosas que determinan quién somos o cómo actuamos en el mundo no fuera un punto de partida, sino un destino ineludible.
Mamá no cree que lo que a mà me sucede tenga nada que ver con lo que le ocurre a tÃo Carlos, el único que recibe tratamiento de loco en la familia, ni tampoco con lo que le ocurre a la abuela, que sigue acudiendo regularmente al dermatólogo. Lo cierto es que mis sÃntomas son solamente semejantes a los suyos si los miras de lejos y con los ojos entornados. Pero recibo el mismo diagnóstico. No importa cuál. Estoy sola en la habitación y recuerdo que el médico lleva una bata con una mancha de bolÃgrafo negro en el fondo del bolsillo frontal. Recuerdo también que trata de animarme con respeto a la dolencia. Es una forma leve, asegura. Yo rebato punto por punto sus argumentos, aludiendo a mis fortalezas, que son dudosas. Me hace algunas recomendaciones y me asigna una pauta de medicación. No tomes café. Practica deporte. Establece una rutina. Duerme cada dÃa ocho horas.
Me niego a hacer deporte y a tomar la medicación que necesito. Acabo de terminar la carrera, peso apenas cincuenta kilos, y creo que estoy saliendo por mà misma de una crisis depresiva que ha sido más fuerte que las anteriores que recuerdo. El camarero de la
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