Amor fati. Siete ensayos sobre Bergen-Belsen by Abel J. Herzberg

Amor fati. Siete ensayos sobre Bergen-Belsen by Abel J. Herzberg

autor:Abel J. Herzberg [Herzberg, Abel J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1946-09-15T00:00:00+00:00


* * *

Cuando el presidente dice «Siguiente caso», es como si el reloj diera la hora, como si uno oyera a la mismísima historia bajando por la escalera.

El siguiente caso es del presidente contra el procurador general. Hay una denuncia contra una mujer que ha sido sorprendida cogiendo de la mesa tres raciones de pan de su vecino. Todo el campo lo sabe y clama contra ella. Es una vergüenza. Una aristócrata antes de la guerra. Las masas reclaman un castigo apropiado.

«Hay que proceder judicialmente contra ella», opina el presidente.

«No, yo la conozco. Esa mujer no roba. Dice que confundió el pan con el suyo».

«Es una falsa coartada. Su pan estaba en su maleta, como se ha podido comprobar».

«Pero dice que no sabe cómo ha ido a parar allí».

«Ella misma lo metió».

«Yo también lo creo, pero se le puede haber olvidado. Esa mujer no ha robado a propósito. Tal vez tuviera un momento de confusión mental o estuviera un poco borracha».

«La gente no lo entiende. Lo llaman justicia de clase. La autoridad del tribunal está en entredicho».

Decidimos consultar a un psiquiatra y obtenemos un extenso informe.

Conclusión: se trata con toda probabilidad de un caso de Fehlhandlung motivada por el hambre.

No sé cómo traducir esa hermosa palabra. Tal vez se pueda decir ‘conducta indebida pero inconsciente’. En cualquier caso, yo no actúo contra ella. No me da la gana. Al presidente no le queda más remedio que aceptarlo con una sonrisa de desdén.

Pero al cabo de varias semanas llega otra denuncia. La mujer ha retirado del fuego una cazuelita ajena en un momento de despiste de la dueña y ha vertido el contenido en la suya propia. La cosa es seria. El delito está prácticamente probado, y el procurador general se da a sí mismo un tirón de orejas: «Qué imbécil eres. Qué ingenuo. Te has dejado engañar».

«En este caso supongo que sí querrá actuar», inquiere el presidente.

«Esperemos unos días».

Durante los días de espera, la mujer ayuda al procurador general a salir del impasse. ¿Cómo? Muriendo.

«Es mejor que no hayamos tenido que imponerle un castigo a esa mujer», suspira el presidente. Y todo el mundo está de acuerdo con él.

«No está bien querer impartir demasiada justicia», dice alguien. «No tenemos por qué juzgarlo todo. También podemos dejar una parte del trabajo al Señor».

Otro alza las cejas sorprendido y resopla: «¿Con religión nos vienes?».

«Sí, señor presidente, paganismo. Bajo el linde».

«Siguiente caso».



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