Algunos días de mayo y uno de junio by Jordi Sierra i Fabra

Algunos días de mayo y uno de junio by Jordi Sierra i Fabra

autor:Jordi Sierra i Fabra [Sierra i Fabra, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2024-04-11T00:00:00+00:00


La dependienta le pilló abstraído al llegar su turno.

—¿Señor?

—¡Oh, sí, perdone! —Reaccionó dejando El Mundo Deportivo en su lugar para pagar La Vanguardia dándole una peseta—. ¿Hay algún bar cerca donde se pueda comer algo?

—Aquí mismo, al doblar la esquina. —Le devolvió los treinta céntimos del cambio y agregó con cariño—: ¡Se come bien y es barato!

El bar tenía teléfono público, así que, antes de sentarse a la mesa, pidió una ficha y llamó a la mercería calculando que quizá pudiera pillar a Patro por los pelos.

No se equivocó.

Después de oír la voz de Teresina, tardó un poco más de lo normal en escuchar la de su mujer.

—¡Mira que eres oportuno, estaba en el lavabo! —se excusó—. ¿No vienes a comer?

—No, mejor no. Barcelona está patas arriba.

—Y que lo digas. Esta mañana apenas han entrado media docena de clientas.

—Increíble —suspiró.

—¿Estás bien?

Quimeta también le notaba cuando estaba mal, o simplemente preocupado. Era cosa del sexto sentido de las mujeres.

—Sí —mintió.

—¿De verdad?

—Ya sabes que cuando ando liado o con muchas cosas en la cabeza…

—¿Has oído los cañonazos?

—¿Y quién no? —Prefirió no seguir por ahí—. ¿Ha llamado Fortuny?

—No.

—Tendré que ir al convento. —Volvió a suspirar—. Bien, voy a comer algo.

—Que sea sano.

—Sí, mujer, no te preocupes.

Solo había pedido una ficha, y se empezó a escuchar el sonido de final de su tiempo. Se despidió y colgó. Luego le dijo al camarero que se sentaba y comería algo. Buscó una mesa apartada, según su costumbre, y también cerca del ventanal principal, el que daba a la calle y estaba lleno de letras escritas anunciando comidas, tapas y precios. Una vez pedida la comida, sin excesos porque no tenía hambre, desplegó el periódico y le echó una primera ojeada.

«Barcelona recibe triunfalmente al Cardenal Legado de Su Santidad».

—¿Triunfalmente? —masculló en un susurro.

Cuatro fotos. La llegada a Barcelona al bajarse del tren, la subida por las Ramblas en coche descubierto y de pie junto al alcalde Antonio María Simarro, una más camino de la catedral y la última con el ministro de la Gobernación «en nombre de S. E. el Jefe del Estado».

Eso había sido el día anterior.

—Mañana, lo de hoy: Franco.

Sin querer se fijó en la foto inferior, en el conductor del coche descubierto: un hombre con gafas oscuras, gorra militar y guantes, de aspecto siniestramente grave.

Se estremeció.

Tanto que cerró el periódico sin siquiera abrirlo.

Ya había visto a demasiados hombres iguales.

Llegaba la comida.



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