Agatha Raisin y la turista impertinente by M. C. Beaton

Agatha Raisin y la turista impertinente by M. C. Beaton

autor:M. C. Beaton [Beaton, M. C.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1997-04-01T00:00:00+00:00


* * *

James se acercó al mostrador de recepción.

—¿En qué habitación se aloja la señora Raisin? ¿Puede llamarla, por favor?

El recepcionista telefoneó.

—No responde, señor, pero la señora Raisin subió con sir Charles Fraith. ¿Quiere que llame a su habitación en su nombre? —dijo.

—No. Maldita Agatha —dijo James enfurecido.

Agatha se acurrucó en la cama de su habitación y pensó en James. Deseaba que él no se enfadara con ella. Daba la impresión de que estaba celoso de Charles. Pero ¿cómo podía estar tan celoso cuando vivía con ella y no mostraba el más mínimo interés por hacerle el amor?

Se sumió en un sueño profundo. Era una noche cálida pero agradable y no había encendido el aire acondicionado, aunque había dejado postigos y ventanas abiertos.

A eso de las tres de la madrugada la cerradura de su habitación hizo clic y se abrió. Agatha siguió durmiendo. Una figura oscura se acercó sigilosamente a la cama. Con un rápido movimiento le arrancó la almohada y la aplastó presionando sobre su cara.

Agatha se despertó y luchó con rabia por su vida. Golpeó y se resistió hasta que al torcer violentamente la cabeza notó que la boca le quedaba libre y empezó a gritar sin parar. Oyó que la puerta se cerraba de golpe.

Encendió la lámpara de la mesita de noche, llamó a recepción y balbuceó pidiendo ayuda.

Una hora más tarde, sintiéndose enferma y temblando pese al calor que hacía en la habitación, tenía delante a Pamir.

Se quejó aduciendo que ya se lo había contado todo al gerente del hotel y a varios policías y detectives, pero él hizo que volviera a explicárselo.

—Nos hemos llevado al señor Lacey para interrogarlo —dijo Pamir cuando hubo acabado.

—¿Qué? —dijo Agatha mareada—. ¿Qué tiene que ver James con esto?

—Esta misma noche, antes de que la atacaran, se oyó al señor Lacey profiriendo amenazas contra su vida. Posteriormente intentó llamar a su habitación, y como usted no estaba el recepcionista lo informó de que usted había subido con sir Charles Fraith y tal vez estuviera en su habitación, y se ofreció a llamarlo por teléfono, pero el señor Lacey se fue de mal humor. No debemos dejarnos desviar por el asesinato todavía sin resolver de Rose Wilcox. Creemos que el señor Lacey, dominado por los celos, pudo haber intentado asesinarla.

—Fui capaz de resistirme a mi agresor —dijo Agatha—. Si James hubiera intentado asesinarme, no habría podido quitármelo de encima.

—Pudo haber cambiado de opinión en el último momento.

—Oh, eso es una estupidez.

—Pensamos que es un caso de celos. También está siendo interrogado sir Charles. Usted lleva, según tengo entendido, el pijama de sir Charles.

Agatha se ruborizó. Había estado demasiado alterada como para cambiarse, para hacer nada más que sentarse al borde de la cama y temblar.

—Ya se lo he dicho. Tomé una copa con él. Eso es todo. Él me dejó amablemente un pijama. ¿Cómo pudo alguien, quien fuera, conseguir la llave de mi habitación?

—Alguien pudo robar una llave maestra. Estamos interrogando al personal.

Agatha se estiró del pelo

—Sé que James no fue. La simple idea es descabellada.



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