A los jovenes. Sobre el provecho de la literatura clasica by Basilio de Cesárea

A los jovenes. Sobre el provecho de la literatura clasica by Basilio de Cesárea

autor:Basilio de Cesárea [Basilio de Cesárea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 0370-01-01T00:00:00+00:00


Y hay que citar a Teognis como maestro de tales asuntos, cuando dice:

No ansío ni me afano en fa riqueza, sino que me

es preferible vivir con pocos recursos y no padecer ningún mal[131].

Por mi parte, admiro el desprecio de Diógenes hacia to 21 dos los asuntos humanos por igual, al declararse a sí mismo más rico que el gran soberano por tener menos necesidades para 22 vivir que aquel[132]. ¿Es que acaso si no nos pertenecen los talentos de Pitio el de Misias[133], y tantísimas fanegas de tierra, y rebaños más numerosos de los que se puedan contar no vamos a contentaros con nada? Sin embargo, en mi opinión conviene no desear la riqueza si no se tiene, y si se tiene, no complacerse tanto en poseerla como en saber hacer buen uso de ella[134].

Pues bien 23 lo demuestra el ejemplo de Sócrates cuando afirma de un hombre rico engreído por sus propiedades que no lo admiraría antes de comprobar que sabe utilizarlas[135]. 24 Y si Fidias y Policleto se hubiesen ufanado por el oro y el marfil con los que el uno esculpió el Zeus para los eleos y el otro la Hera para los argivos[136], habrían sido objeto de mofa por presumir de una riqueza ajena y obviar el arte que había 25 conferido al oro más estima y precio. De modo que nosotros, si defendemos que la virtud humana no se basta a sí misma para ser un ornamento[137], ¿juzgaremos nuestro comportamiento menos indecoroso?

Mas, 26 ¿cómo vamos por un lado a desdeñar la riqueza y a despreciar los placeres de los sentidos, mientras perseguimos por otro la adulación y la lisonja e imitamos la astucia y 27 la habilidad de la zorra de Arquíloco[138]? Antes bien: no hay nada que un hombre sensato deba rehuir más que el vivir de acuerdo con la opinión pública y considerar el parecer de la mayoría, en vez de convertir la recta razón en guía de su existencia. De manera que, aunque tenga que oponerse a todos los hombres, acarrearse mala fama y arriesgar por mor del bien, no escogerá alterar ninguno de los principios a los que se reconoce validez[139].

¿Acaso diremos que el que no se comporta así difiere 28 del sofista egipcio, el cual se convertía en planta y en fiera, y en fuego y en agua y en cualquier otra cosa, según le viniera en gana[140]? ¡Si precisamente éste ora ensalzará la justicia entre aquellos que la honren, ora esgrimirá los argumentos contrarios en cuanto sepa que la injusticia goza de buen renombre, como es costumbre entre los aduladores! E 29 igual que dicen que el pulpo cambia de color según el suelo que tenga debajo[141], del mismo modo éste transformará su criterio de acuerdo con las opiniones de los que le rodean.

Pero esto de alguna manera podremos aprenderlo de 10 forma más completa también en nuestra propia literatura[142]. Por el momento, no obstante, dibujaremos una especie de esbozo de la virtud[143] partiendo de las enseñanzas profanas. Pues



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