A las dos serán las tres by Sergi Pàmies

A las dos serán las tres by Sergi Pàmies

autor:Sergi Pàmies [Pàmies, Sergi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2024-01-31T00:00:00+00:00


TE QUIERO

Trabajan en el mismo hospital. Ella es la coordinadora de planta y él es administrativo. Se conocieron durante los Juegos Olímpicos —⁠los dos eran voluntarios⁠— y un año más tarde, sin pensarlo demasiado, se fueron a vivir juntos. Que el primer día de la relación coincidiera con la ceremonia inaugural los retrotrae a la emoción de haber visto juntos la flecha que, lanzada por Antonio Rebollo, encendió el pebetero del estadio. Según los cronistas, la flecha oficializa la transición del complejo de inferioridad a una leyenda de ciudad basada más en presunciones que en la realidad. De su primer beso, marcado por la pirotecnia del momento, les ha quedado un recuerdo impermeable a la erosión de la propaganda. Les enorgullece que el aniversario conmemore un punto de partida con una dimensión particular —⁠ellos⁠— y una aureola colectiva —⁠la ciudad, el país, el mundo⁠—. Cada cinco o diez años, cuando los voluntarios son convocados para mantener encendido el pebetero de la nostalgia —⁠y por más que se haya establecido que el encendido fue, técnicamente, una engañifa⁠—, todo el mundo los felicita como ejemplo de amor elevado a la condición de disciplina olímpica, sin medallas ni récords pero con las mismas exigencias de perseverancia, sacrificio e ilusión. Ellos lo aceptan asumiendo la onda expansiva del día a día como único motor de la historia. En momentos de distanciamiento —⁠para una pareja la monotonía equivale a las lesiones para un deportista⁠—, el aniversario les ha servido para no olvidar dónde empezó todo y aferrarse a la engañosa jerarquía de los males menores. Ahora, mientras se dirigen hacia el trabajo —⁠una insólita conjunción de horarios les ha permitido compartir unos meses de conciliación familiar⁠—, cada uno piensa en la sorpresa que le dará al otro. A estas alturas ya han agotado el repertorio de regalos de aniversario. Los viajes en parapente y los saltos en paracaídas, las cenas en restaurantes en los que hay que reservar mesa con un año de antelación, incluso las fiestas sorpresa, que les sirvieron para descubrir que ambos las odiaban. Para celebrar sus treinta años de vida en común —⁠sin interrupciones, sin hijos, sin abismos de salud⁠—, ella ha pensado en dedicarle una canción en la radio. Cada día, cuando están en el coche camino del trabajo, escuchan el programa en el que, a través de un mensaje de voz, los oyentes pueden dedicar una canción. Es la actualización de los programas de discos solicitados del siglo pasado, que propiciaban declaraciones de amor y, a menudo, de súplica y redención. Ella no lo sabe, pero él ha tenido, idéntica, la misma idea. Siempre comparten estos tres minutos de radio —⁠antes de las señales horarias de las ocho⁠—, maravillados por la naturalidad con la que los oyentes se felicitan y, sin preocuparse por el impudor que pueda provocar escucharlos, se dicen te quiero.

Los dos han elegido una canción —⁠La Canción⁠— relacionada con los Juegos Olímpicos sin saber que solo emitirán una dedicatoria. El día antes, él alega un cambio



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