37 Adioses Al Mundo by Agusti­n Garcia Calvo

37 Adioses Al Mundo by Agusti­n Garcia Calvo

autor:Agusti­n Garcia Calvo [Garcia Calvo, Agusti­n]
Format: epub
Tags: prose_contemporary
editor: www.papyrefb2.net


¡ADIÓS, PUTAS Y SEÑORAS! ¡FEAS!

YO, que sólo vivía por ellas, para ellas, en ellas, junto a ellas, contra ellas, gracias a ellas, por el zumo y el vaho de ellas, ¿cómo voy a vivir sin ellas? No, no puede ser: eso es mi muerte. Y, sin embargo, el ver cada día en qué me las han convertido, novias del Señor, novias del Dinero, ejecutivas de la Administración, ejecutoras de mi corazón, es una pesadumbre tal que casi ya la estoy llamando a mi siempre-futura para que me libre de verlas (a la mayoría, claro: a todas nunca) reducidas a tal vileza y conformidad, casándose y vendiéndose a cada paso y hasta poniendo a veces cara de creer que se han vendido bien, que no se han vendido mal del todo; y el liberarme de esa pesadumbre, sin más tener que pelear con ese engaño en los corazones y restos de inteligencia, eso, así me cueste los rabos de vida que me queden, se me antoja... no una felicidad, pero un descanso tan profundo...

¡Si vosotras érais el susurro secreto de la vida!, esas piernas que se perdían en las nubes, esos ojos que dejaban un guiño de bondad en el aire a la vuelta de cualquier esquina, eso de sentiros sentir de lo más hondo y no saber qué hacer con lo que sentíais... Erais vosotras más pueblo que nadie (¿no fue al someteros los Hijos del Señor a Su Ley como empezó esta desgraciada Historia?), erais vosotras la riqueza, más que todos los tesoros de las minas y los mares. Y vosotras ¿habéis venido al cabo de los tiempos a someteros a la Ley del Hombre, ya voluntariamente (con la mayoría de vuestra alma), a aceptar (la mayoría) el sustituto de felicidad que os proponía el Hombre?, ¿habéis venido a vender vuestra hermosura y gracias sin cuento al Dinero del Estado de los Hombres? Ah, sí: por más que me abrume y me destroce, tengo que reconocerlo: os habéis vendido, os estáis vendiendo en todos los Mercados.

Y no digo sólo las que, con motivo de estar apetecibles para el Señor o de ser muy pobres o de juntas las dos cosas, os hayáis echado al puterio profesional, ya arrinconadas a la caza del auto o ya consoladoras finas de Ejecutivos en Congreso, ni tampoco sólo las que os vestís de tul ilusión en las Tiendas de Novias, felices de venderos (pero en cuerpo y alma) a un ganapán o, según los posibles, a un mafioso, a un guardia, a un banquero, que os asegure la vidita y a cambio le gestionéis las compras de la casa, ni sólo las que vendéis vuestros encantos en videos más o menos pornográficos o portadas de revistas para hombres, como si fuera (como lo es, sólo que el producto era el cuerpo desconocido que os creíais, idiotas de vosotras, que era vuestro y hacíais con él lo que queríais) un negocio como cualquier otro; ah, no: me doléis también las que



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