12 reglas para vivir by Jordan Peterson

12 reglas para vivir by Jordan Peterson

autor:Jordan Peterson [Peterson, Jordan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-15T16:00:00+00:00


Tanto para Nietzsche como para Dostoievski, la libertad —incluso la capacidad de actuar— requería una coacción. Por este motivo, ambos reconocían la vital necesidad del dogma de la Iglesia. El individuo debía ser coaccionado, moldeado —incluso llevado al borde de la destrucción— por una estructura disciplinaria restrictiva y coherente antes de poder actuar de forma libre y capaz. Dostoievski, con su gran generosidad de espíritu, concedió a la Iglesia, por corrupta que estuviera, una cierta compasión, un cierto pragmatismo. Admitió que el espíritu de Dios, el Logos que engendró el mundo, históricamente e incluso quizá en la actualidad había encontrado su última morada —e incluso su reino— en esa estructura dogmática.

Si un padre disciplina de manera conveniente a su hijo, obviamente interfiere con su libertad, sobre todo en lo inmediato. Establece unos límites en la expresión voluntaria del Ser de su hijo, obligándolo a ocupar su lugar como un miembro socializado del mundo. Un padre así exige que todo ese potencial infantil se canalice a través de un sendero particular. Al imponerle a su hijo semejantes limitaciones, quizá parezca una fuerza destructiva, puesto que actúa para sustituir la milagrosa pluralidad de la infancia por una realidad única y estrecha. Pero si el padre no asume una acción semejante, deja a su hijo al nivel de Peter Pan, el niño eterno, el rey de los niños perdidos, el líder del inexistente país de Nunca Jamás. No es una alternativa moralmente aceptable.

El dogma de la Iglesia se vio socavado por el espíritu de la verdad que la propia Iglesia había desarrollado. Semejante subversión culminó con la muerte de Dios, pero la estructura dogmática de la Iglesia era una estructura disciplinaria necesaria. Un largo periodo de falta de libertad —de adhesión a una estructura interpretativa particular— es necesario para que se desarrolle una mente libre. El dogma cristiano proporcionó esa falta de libertad. Pero ese dogma está muerto, al menos para la mente moderna occidental. Se extinguió junto a Dios. Sin embargo, lo que siguió a su cadáver —y esto resulta de capital importancia— fue algo todavía más muerto, algo que nunca llegó a estar vivo, ni siquiera en el pasado: el nihilismo, así como una propensión igual de peligrosa a las nuevas ideas utópicas y totalizadoras. Fue después de la muerte de Dios que los grandes horrores colectivos del comunismo y el fascismo se desataron, tal y como Dostoievski y Nietzsche habían predicho que ocurriría. Nietzsche, por su parte, sugirió que los seres humanos tendrían que inventar sus propios valores tras la muerte de Dios. Pero este es el elemento de su pensamiento que resulta psicológicamente más endeble, ya que no podemos inventar nuestros propios valores, porque no podemos simplemente imponer aquello en lo que desde el fondo de nuestras almas creemos. Este fue el gran descubrimiento de Carl Jung, logrado en gran parte como consecuencia de su concienzudo estudio de los problemas planteados por Nietzsche.

Nos rebelamos contra nuestro propio totalitarismo tanto como ante el de otros. No puedo sencillamente ordenarme hacer algo, ni tú tampoco.



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