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autor:usuario [Desconocido]
La lengua: spa
Format: epub
34 Billete de cien dólares. (N. del T.)
Carmichael, entonces, levantó el vaso en el aire para hacer otro brindis, y dijo
que La PizzerÃa de Skippy ¡era lo mejor que le habÃa pasado desde que su marido
se habÃa ido de casa!
Asà que el jefe de policÃa se fue con todo nuestro dinero tan duramente
ganado, y todos dijimos que era una vergüenza el haber sido robados de una
forma tan descarada, y levanté el vaso en el aire y dije:
â¡Al menos aún tenemos la pizzerÃa!
Asà que todo el mundo se echó al coleto el contenido de su vaso, y luego
el coronel propuso un brindis, y luego otros Gregoria de la Rosa y Tanzania y la
señora Carmichael, y cuando nos terminamos la botella de Pavo Salvaje
seguÃamos deprimidos, y el coronel ordenó a Tanzania que fuera corriendo a
buscar otra. Asà que levanté mi vaso y dije:
â¡Por el rey mundial de la comida rápida!
Y el coronel dijo que sÃ, que en efecto eso es lo que era. Dijo que nadie
conocÃa el negocio como él, y que por lo tanto nos podÃa asegurar sin ningún
asomo de duda que lo que no podÃamos permitimos era llorar por la leche
derramada.
âEn el negocio de la comida rápida âdijo el coronelâ lo que hay que
hacer es devolver el golpe con agresividad. Sacar la cuenta de todos los
márgenes de pérdidas y ganancias, tomar en cuenta el montante total de los
intereses de las plusvalÃas, más el precio de base menos los dividendos de todos
los gastos de las primas ficticias.
O algo parecido, porque por supuesto jamás llegué entender el lenguaje
de la comida rápida. Y siguió diciendo que lo que tenÃamos que hacer ahora, sin
pestañear ni un instante, era ¡invertir justo el doble! TenÃamos que duplicar
nuestra inversión, y luego el coronel me dijo en un susurro que le recordase la
cifra exacta de lo que habÃamos perdido, porque esos pequeños detalles a veces
se le iban de la cabeza, y le dije que habÃamos perdido ¡cinco mil dólares
americanos! Conque el coronel dijo que tenÃamos que invertir diez mil
Pero yo no tenÃa ninguna experiencia en este tipo de grandes negocios
(por los que, como todo el mundo sabe, los americanos son tan famosos), y de lo
único que yo podÃa saber algo era de llevar una casa de huéspedes y de criar
ganado en nuestro rancho de Venezuela desde que era una niña pequeña, pero de
todas formas, y como de costumbre, no pude evitar poner unos centavos más en
el asunto. Y dije que, si de mà dependÃa, no iba a hacer aquel foso financiero más
hondo de lo que ya lo habÃamos ahondado. Porque la verdad es que lo que
necesitábamos aquella noche para hacer las pizzas no era más que unos centavos
para un saco de harina y un par de botellas de ketchup. Porque después de
todos aquellos gastos del dÃa anterior âla gran tienda Bailey y Bamum y todas
las mesas y bancos y cubos de cuchillos y tenedores y el gran rollo de
servilletas de papel, por no mencionar la electricidad necesaria para mantener
encendido el letrero parpadeante de encima del tejadoâ, ¿querÃa realmente
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