¡Cariño, te vigilo de cerca! by S. F. Tale

¡Cariño, te vigilo de cerca! by S. F. Tale

autor:S. F. Tale [Tale, S. F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-13T00:00:00+00:00


* * *

Después de haber tomado el desayuno (si se podían llamar así los tres mordiscos que le había pegado a la tostada, que había quedado muerta de la risa en el plato), con todo claro en su mente, tomó posiciones de nuevo en el baño, segura de que le proporcionaba todo lo necesario para pasar de incógnito bajo la luz del día. Con un nuevo lema —«Los cotillas son como los pelirrojos: una especie en peligro de extinción que se deberían cuidar y cultivar»—, cogió los prismáticos para dar una visual al edificio. Tranquila por ver que todo estaba en su sitio, poco a poco, fue bajando hasta el apartamento de Jojo, donde lo que vio la hizo estirarse como una vela.

«¿¡Qué!? ¡Será copión! —exclamó por lo bajini—. ¿Qué hace con unos prismáticos el muy lelo? ¡Oooh, qué feo, Jojo, qué feo! Quieres quitarme el título de cotilla profesional del vecindario. Pues vas apañado, chato, porque me lo he adjudicado», expresó. Chasqueó la lengua tres veces seguidas, y continuó su discurso: «¡Qué poco estilo tienes! Aprende de mí, que te vigilo desde la ventana del baño, que es más glamuroso, y no desde el salón, lo cual está muy visto. Aprende, hombre, que no llegas ni al nivel de un pinche».

De repente, Jojo se dirigió hacia la conexión de fibra óptica de ella que, al verla, la saludó sacando el brazo por fuera de la ventana. Kiki se echó hacia atrás por si le daba el punto de hablarle de ventana a ventana.

«¡La leche!», gritó, y soltó los prismáticos como si se tratara de las ascuas de una chimenea. «¡Qué mirón!», chilló. Abrió la boca con el ceño fruncido al llegar a una conclusión: «¡Ag, este quería verme desnuda! ¡Qué guarro! No me esperaba esto de ti, ¡voyerista cochino!». Le riñó todo eso sin apreciar que él hacía lo mismo que ella llevaba haciendo durante meses.

El móvil le sonó en la mesa del salón. «Da gracias que no te tengo delante; si no, te patearía el culo», expresó para sí.

—¡Hola! —Lo saludó con un tono de corderillo, ya que debía disimular al ver su nombre reflejado en la pantalla.

—Estaba esperando a ver si te veía para darte los buenos días en vivo, y no por mensaje. —Respiró hondamente—. No entiendo un amanecer sin hablarte, aunque sea a través de la fría línea de un móvil o por las palabras que pretenden ser cálidas en un mensaje, pero mi día es mejor siempre que me dices un simple «Hola». Tú eres el sol, y yo soy Ícaro, dispuesto a tocarte.

Kiki soltó una carcajada susurrante. Apurada, notó las mejillas al rojo, vivo y el corazón se le agitó al vuelo de millones de mariposas. No supo si era efecto de las cantidades industriales de café que había tomado o por esas palabras.

—Y tú me acabas de desintegrar las bragas —le respondió, sin ser dueña de la lengua.

—¡Ja! Solo pretendía acariciarte un poco el corazón, y no bajar tanto por el cuerpo. Me siento complacido igual.



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